El sábado 22 de agosto salimos de ruta con la intención de visitar el Castillo de Gigonza, en el término municipal de San José del Valle. Tras salir de Cádiz y tomar la carretera del pedroso, llegamos hasta la venta La Parada, típico mesón en pleno centro de Paterna donde habitualmente desayunamos cuando nos coge de camino y que en esta ocasión visitamos para almorzar.
Satisfecha nuestra hambre, salimos de Paterna hacia el norte, dirección Arcos. A medio camino, un cartel nos indicaba la salida hacia nuestro destino.
A partir de ahí, donde una vez hubiera asfalto ahora solo queda una pista de gravilla y tierra, fruto del trasiego constante de camiones y maquinaria pesada hacia la cercana Cantera «Las Salinillas».
Siguiendo el camino de tierra hacia el sur, el terreno se fue haciendo cada vez más accidentado, aunque lo compensaban las bonitas vistas de las planicies de la campiña ,
Una vez llegados al castillo de Gigonza, nos sorprendimos de que estuviera vallado, y es que al parecer, a pesar de ser un Bien de Interés Cultural en la actualidad se trata de una propiedad privada que no acepta visitas. A pesar de ello, desde el exterior es fácilmente visible la fachada trasera del castillo y su principal torre, levantadas por los árabes en el siglo XII.
Dando la vuelta, la fachada principal alberga la puerta que da acceso al patio de armas, que no es accesible. En el blog Trotones de Arcos tenéis un extenso artículo con más fotos y una ruta de senderismo en la zona.
Tras la sensación agridulce de haber visto el castillo pero sin demasiado detalle, deshicimos nuestros pasos hasta la carretera Arcos-Medina, y tomamos rumbo norte hasta llegar a Arcos, y de ahí a Espera. Allí, tomamos la merienda.
Mientras merendábamos, el trasiego de gente era continuo, dado que esa misma noche se iba a celebrar la VIII Noche en Blanco, un evento multicultural con numerosas actividades diferentes celebradas a partir de las 21:00, con una pinta muy interesante.
Como teníamos interés en ir, pero aún era bastante temprano, decidimos ir al vecino pueblo de Bornos a darnos un chapuzón en el embalse, que gozaba de una tranquilidad absoluta y una temperatura envidiable.
A medida que se iba poniendo el sol, decidimos volver a Espera, donde ya el ambiente se iba notando. Justo antes del pueblo, subimos a una loma para tomar esta panorámica del pueblo con el sol a la espalda.
Ya dentro del pueblo, las calles estaban llenándose de gente y lucían pancartas con citas de poetas andaluces.
En la calle Los Toros, la más céntrica de la localidad, se concentró gran parte de la actividad de la noche, con varias carpas y diversos eventos.
Desde ahí, cada una de las callejuelas de la ciudad iba albergando atracciones de todo tipo de palos. Cerca del museo se encontraba un grupo de música celta tocando.
El propio Museo Arqueológico de Espera mantuvo sus puertas abiertas en horario nocturno, lo que le otorgó una interesante afluencia de gente.
Fue una buena oportunidad para visitar el museo y ver la gran variedad de restos arqueológicos, muchos de ellos provinientes del yacimiento arqueológico de Carissa Aurelia, en el propio término municipal.
Como es lógico, gran parte del museo está dedicado a la principal atracción de la ciudad: el Castillo de Fatetar, situado en la cima homónima, al que ya submimos en otra visita.
Durante toda la noche se estuvieron proyectando imágenes sobre la fachada de la Iglesia de Santa María de Gracia, una de las más importantes de la localidad.
Tras eso, decidimos dar por concluido el día y volver a Cádiz.