El sábado 19 de Julio hicimos una de las rutas más gordas que hemos hecho hasta ahora en la moto, y nos fue genial! La ruta que seguimos os la detallo en el siguiente mapa:
La idea inicial era comer en una venta en Benalup, visitar el Embalse del Charco Redondo y luego ir volviendo a Cádiz por donde nos cogiese. Pero al final entre una cosa y otra llegamos a hacer más de 360km – eso sí, gastando apenas 20€ de gasolina, gracias al brutal consumo medio de unos 3.7 litros a los 100 de la NC700S.
Como en otras ocasiones, salimos de Cádiz y, para llegar a Benalup, tomamos la carretera del Pago del Humo hasta los Naveros (para ir calentando rueda). De ahí tomamos dirección este y llegamos rápidamente a nuestro destino. En particular, pasamos Benalup y llegamos a la pedanía de Las Lagunetas, donde almorzamos en la Venta Estudillo gracias a la recomendación del blog gaditano Cosas de Comé.
El siguiente punto en la ruta era, como hemos ido haciendo en anteriores posts, visitar uno de los embalses de la zona. El más próximo era el conocido embalse del Celemín que ya habíamos visitado, así que decidimos ir al embalse del Charco Redondo, situado en el municipio de Los Barrios al pie de la autovía. Lamentablemente la visita no fue muy bien.
Antiguamente, existía una zona recreativa del Charco Redondo pero, al parecer, con el paso de los años se ha ido dejando y en la actualidad no hay apenas rastro de ella. Por ello decidimos acercanos a la zona de la presa, situada al sureste del lago. Por desgracia, al llegar nos dimos de bruces con la señal que veis en la foto.
A posteriori he visto en este blog sobre kayaks que en la esquina noroeste del embalse hay un acceso bastante rústico donde podríamos haber probado suerte, pero bueno se intentará para la próxima.
Por el camino nos encontramos con un rebaño de cabras que iba dirigido por dos perros… y punto. Sin pastor, se paseaban ordenadamente por las orillas del asfalto, pastando los arbustos que encontraban a su paso.
Tras salir de la vía de servicio que habíamos tomado, nos pusimos en autovía de nuevo hasta llegar a una zona comercial en el polígono industrial Palmones, en Los Barrios, donde tomamos una merendola y aprovechamos para mirar el GPS y decidir pa dónde tirar. Coincidimos en aprovechar el buen tiempo y visitar el castillo de Castellar.
Ubicada en un cerro de rocosas y empinadas laderas, la conocida como fortaleza de Castellar Viejo es una edificación árabe construida en el siglo XIII que servía como posición defensiva en la frontera con Algeciras. Desde su rampa de entrada se puede observar perfectamente la costa de la bahía de Algeciras, el peñón de Gibraltar y en un día despejado como el que nos tocó también es visible la costa norte de África. En la foto se ve perfectamente la Península de Almina, perteneciente a Ceuta.
Los arcos que defienden la entrada al patio del castillo están en muy buen estado. Al parecer fueron restaurados en el año 1979.
Una vez dentro, el tirón turístico del enclave se ve por todos los rincones. Se distinguen bien las dos partes que componen la población. Por un lado, el propio castillo fortificado es ahora un hotel abierto al público. Por otro, una suerte de blancas callejuelas componen uno de los pocos ejemplos de núcleo habitado dentro de una fortificación de la provincia.
Entre las callejuelas se encuentran numerosas casas rurales abiertas al alquiler y compra, así como locales dedicados a la artesanía y servicios para los turistas.
En el lado oeste del castillo, rodeando la población se encuentra el embalse de Guadarranque, apto para actividades lúdicas como el kayak y que ocupa una considerable extensión de terreno.
Visitada la fortificación y sus alrededores, nos pusimos en camino de nuevo, rumbo norte con la idea de llegar a una buena altura y girar a oeste para volver a Cádiz. En la bajada desde el castillo se encuentra un pequeño helipuerto con una nave de origen ruso para la lucha contra incendios. Se cuenta que el primero que trajo uno de estos helicópteros a Cádiz fue uno de los pocos pilotos que sobrevolaron la central de Chernóbil tras el desastre y vivieron para contarlo.
Siguiendo rumbo norte, pasamos de largo Jimena de la Frontera.
Y seguimos rumbo norte, rumbo norte, siguiendo el GPS. Llegamos a un claro (en la foto anterior) en el que decidimos pararnos porque, francamente, no sabíamos si a este paso íbamos a acabar en Despeñaperros. Revisamos nuestra ubicación y resultaba que estábamos a apenas 2km de la localidad malagueña de Gaucín.
Nuestro objetivo era llegar a la Cueva del Gato, bastante más al norte, por lo que decidimos seguir, no sin antes tomar esta panorámica de Gaucín, la sierra y la costa desde el parque Miguel Serrato.
Seguimos subiendo al norte, subiendo, subiendo… Cruzando numerosas poblaciones malagueñas, bajamos a Jimera de Líbar y finalmente llegamos a Benaoján, que alberga la citada Cueva del Gato. Se trata de la salida del Sistema Hundidero-Gato, el más importante de Andalucía y uno de los mayores de España. Esta entrada se sitúa junto a la vía del tren y su zona exterior se ha convertido con los años en lugar de recreo y baño en el verano.
Lo cierto es que cuando llegamos allí el reloj ya se encaminaba hacia las 21 horas, por lo que no pudimos hacer más que prometer volver con más tiempo.
La vuelta, como siempre, se hizo de lo más pesada. Tras disfrutar enormemente de las carreteras malagueñas (que superan mucho en conservación a las gaditanas), no quedó otra que tirar por Algodonales hasta Villamartín, Bornos y a partir de ahí autovía hasta Jerez y luego Cádiz. En definitiva, un recorrido muy variado con increíbles vistas y lugares a los que volver para visitar con más detenimiento.