Cádiz en Moto

El amanecer en el camping Els Solans fue bastante frío y húmedo. Como comenté en el artículo de los preparativos de la transpirenaica, cometí la novatada de traer una caseta «Fresh & Black» y un saco de dormir para 15º de confort. En el momento en que estaba en el Decathlon comprando debí pensar que iba a un camping de Almería en vez de a los Pirineos.

Durante la noche, llegó un momento en que no tenía ya más ropa que echarme por encima para intentar entrar en calor. Pero bueno, pasó la noche, llegó la mañana, día segundo de la transpirenaica. La mala noche y los 1400km de camino que ya llevaba encima desde Cádiz empezaron a materializarse en un dolor de hombro por la zona del trapecio bastante chungo, que me hicieron replantear parte de la ruta, pero eso más adelante.

La ruta me llevó a cruzar la vecina localidad de Camprodon, a la que oficialmente pertenecía el camping, que crucé siguiendo la nacional 260 del Eje Pirenaico, carretera a la que volvería más tarde. Aquí, me acerqué a la tienda de Esports Vivac Camprodon en busca de un saco de dormir de menos temperatura. Me atendieron fenomenal, pero no tenían unidades en ese momento, así que me indicaron otras tiendas de material de montaña en pueblos cercanos. Esto es algo que he aprendido del viaje, merece mucho la pena acercarse a cualquiera de estos negocios específicos de montaña en lugar de tirar de Decathlon, porque la diferencia en calidad es abismal y los precios son similares, además de que te asesora gente que sabe.

Ya en la localidad de Campdevánol el estómago me estaba rugiendo brutalmente y paré a tomar algo en el Bar Triana… Sí, se llama Bar Triana, en pleno Pirineo catalán. Lo cierto es que ya les gustaría a algunos bares de Triana tener el material que me sirvieron, un bocadillo de salchichón que me dio la vida.

Se da la circunstancia de que en la provincia de Gerona es especialmente popular la gastronomía de los derivados del cerdo, como el salchichón del bocadillo que me comí, la butifarra y el fuet, y eso se nota en la calidad del producto. Me imagino que también influyó que iba esmayaito.

Con la buche lleno continué el camino para llegar a Ribas de Freser, un animado municipio con un montón de montañeros por las calles esperando. Desde la localidad parte el tren cremallera que lleva al Valle de Nuria, ya que no hay acceso por carretera, lo cual le da un encanto especial.

En Ribas de Freser me acerqué a la tienda Ski Mountain, donde me asesoraron muy bien, y me compré un saco de comfort térmico de 5º, nada que ver con el saco roñoso de Decathlon.

Y ahora venía otro buen rato de curvas con unas vistas espectaculares a través de la Collada de Toses. La ya familiar N-260, entre Ribas de Freser y Puigcerdá, es un serpetín de curvas con un telón de fondo de paisajes increíbles que, además, cuenta con numerosos apartaderos desde donde hacer una pausa para las fotos.

De vez en cuando, surgían algunos pueblos en el valle del Rigart a los que es posible bajar, como Planolas.

Tras semejante festín de curvas y paisajes para flipar, llegué a Puigcerdá, una ciudad que, por su carácter fronterizo, desbordaba vida por sus cuatro costados, dado que tiene salidas al norte y este hacia Francia, y hacia el oeste y sur (desde donde vine) hacia España. Reposté algo de gasolina y víveres en un Carrefour de la zona y entré al país galo por el acceso norte.

La carretera aquí subiría hasta la localidad francesa de Porté-Puymorens, cuya especial ubicación en medio del valle la convierten en el enclave perfecto para los amantes del esquí, contando con una estación con más de 35 pistas.

Al poco de superar el Col de Puymorens, la carretera desemboca en la bulliciosa N-22, que es el principal acceso desde Francia hacia Andorra, por lo que la afluencia de coches es brutal independientemente del día de la semana.

No me quedó otra que sumergirme en el torrente de coches hasta llegar a la conocida estación de esquí de El Pas de la Casa. Llena de coches en pleno agosto, no me la quiero imaginar en medio de la temporada de nieves. En cualquier caso, El Pas de la Casa sirve como bifurcación para aquellos que tengan prisa en llegar a Andorra y opten por tomar el Tunel d’Envalira, o los que hagan el remonte por la carretera de montaña, que más bien parece una autovía por lo ancha y el buen asfalto que tiene.

En lo alto del Port d’Envalira las vistas son espectaculares, con suficiente espacio para dejar la moto en varios sitios y hacer un montón de fotos. Además, hay un par de gasolineras para aprovechar los bajos precios del fuel andorrano.

La bajada a Andorra… pues bueno, nada del otro mundo. Probablemente debería haber aprovechado y hacer el Coll de Ordino, que nos hace entrar en Andorra por el oeste en vez de por el este, o haber aprovechado y haber visitado Tor y Alins, al oeste de Andorra, o la subida por Civis, tal y como me recomendaron por instagram (gracias Sergio!). El asunto es que estaba rabiando con el hombro, así que preferí descansar en un hotel en Andorra y visitar la zona de tiendas por primera (y probablemente última) vez en la vida.

Andorra es curioso de ver, una vez. Como dicen en inglés, «it gets old really fast». Muchas tiendas, mucha gente, su Motocard de tres plantas con precios de la península, sus tiendas para comprar cosas ilegales en España, como tásers y defensas extensibles, los toblerones gigantes…

La parada técnica en Andorra me sirvió para replantear la ruta. Al día siguiente tenía que decidir, ya que en la planificación venía día y medio de ruta al completo por Francia y sus puertos más emblemáticos. Pero el hombro me estaba dando por saco, tenía el trapecio cargadísimo y si la cosa iba a más y me cogía en plena montaña francesa pues… chungo. La alternativa era cruzar los pirineos aragoneses y navarros.

Lo que al final decidí hacer, lo veréis en el siguiente artículo!